sábado, 29 de noviembre de 2014

SEMÁNTICA

SEMÁNTICA
1.       LA SEMÁNTICA
La semántica es el estudio del significado de las unidades léxicas. La semántica, además de reflejar los avances registrados en otros campos de la lingüística, se ha beneficiado de los resultados de otras ciencias, sobre todo de la lógica y de la psicología:
-          La semántica lógica estudia las condiciones para que un signo pueda aplicarse a un objeto, las reglas que aseguran una exacta significación.
-          La semántica psicológica intenta explicar por qué nos comunicamos, es decir, cuál es el mecanismo psíquico que se establece entre el hablante y el oyente en el acto de comunicación.
Por otro lado, es preciso recordar que, si se concibe la semántica como la ciencia del significado, esta domina también extensos terrenos de la semiología o semiótica, tanto en su faceta de teoría de los signos (semiótica) como en la de teoría de la comunicación (semiología).
2.       LA LEXICOLOGÍA
La lexicología, concebida como el estudio científico de las estructuras del léxico, es una disciplina reciente. El término aparece por primera vez (igual que el de lexicografía) en la “Encyclopédie de D’Alembert y Diderot”, en 1765. Sin embargo, los campos de estas disciplinas apenas se distinguen, soliendo ambos vocablos ser considerados como sinónimos hasta que, mucho tiempo después, en el marco de las investigaciones del estructuralismo, la lexicología adquiere su autonomía.
J. Fernández-Sevilla, consciente de los problemas que entraña el no contar con una tradición secular, la define como una «disciplina lingüística que se ocupa del vocabulario global de una lengua como conjunto estructurado, de la medida y volumen del mismo, de sus movimientos y tendencias generales, según sus épocas; es decir, de los problemas generales relativos al sistema o conjuntos estructurados de palabras»
3.       IMPRECISIÓN DEL SIGNIFICADO
El léxico de una lengua forma un conjunto abierto que ningún hablante es capaz de utilizar en su totalidad, lo que supone que las relaciones de oposición no tienen en la conciencia del hablante la nitidez que el análisis lingüístico parece mostrar. Así, el rasgo ‘cocido de una vez’, por el que se opone pan a bizcocho, queda oculto para la mayoría de los hablantes del español.
La complejidad de estas relaciones y el diferente grado de conocimiento del idioma explican que el significado de gran parte de las palabras resulte impreciso. Prescindiendo de los factores subjetivos de un mejor o peor conocimiento de la lengua, podemos afirmar, en general, que la imprecisión se encuentra en relación directa con el número de combinaciones en que aquellas puedan aparecer y en relación inversa con el número de semas que se descubran en su significado. Por ejemplo, alimento es más impreciso que pan, por figurar en una serie de contextos, como alimento asado, congelado, crudo, fresco, hervido, líquido, en los que pan nunca se utiliza.
La polisemia, factor de economía lingüística, contribuye en gran medida a la imprecisión de las palabras. Pero la polisemia es posible porque la situación y el contexto evitan confusiones (aunque a veces se juegue humorísticamente con la posibilidad de error) en la interpretación del enunciado. Así, en «Han traído cinco toneladas de galleta para la calefacción», por ejemplo, de las acepciones que en el DRAE tiene la voz galleta, se actualiza la tercera (‘carbón mineral lavado y clasificado, cuyos trozos han de tener un tamaño reglamentario comprendido entre 25 y 45 mm’).      
Las necesidades de precisión o exactitud en la comunicación humana son variables. Mientras que en un examen se suele buscar la máxima exactitud, en los chistes se juega constantemente con la imprecisión y el equívoco. Por ello, en todas las lenguas existen términos genéricos, como asunto, cosa, cacharro, fulano o máquina, que proporcionan una gran comodidad expresiva cuando no se encuentra el vocablo exacto o cuando la situación comunicativa facilita la comprensión entre los interlocutores.
4.       DENOTACIÓN Y CONNOTACIÓN
En lingüística se suele emplear el término denotación para hacer referencia a los aspectos conceptuales, objetivos y estables, del significado de una unidad léxica, analizables fuera del discurso; y connotación para denominar a los afectivos e imaginativos, subjetivos y variables según los contextos y situaciones. Sin embargo, en la práctica, la distinción entre ambos conceptos no siempre resulta clara.        
5.       CONTEXTO Y SITUACIÓN
Llamamos contexto al conjunto de palabras, junto con las relaciones que se establecen entre ellas, integradas en un enunciado, elemental o complejo. Si comparamos «Voy a dar un paseo» y «Me lo encontré en el paseo», observamos que paseo significa en ambas oraciones cosas distintas debido a que los contextos son diferentes; en el primer ejemplo, significa ‘acción de pasear’, y en el segundo, ‘lugar destinado en las poblaciones para pasearse’.
Y llamamos situación, a los datos comunes que el emisor y el receptor tienen sobre la situación cultural y psicológica, las experiencias y los contenidos de ambos dentro de la comunicación. Así, un enunciado como «un clavo» no significa lo mismo  si lo emite un conductor que está indagando por qué se ha pinchado la rueda de su automóvil; que si lo emite un carpintero dirigiéndose a su ayudante; la situación hace que, en el primer caso, interpretemos ‘Ha sido un clavo’, y, en el segundo, ‘Dame un clavo’.
6.       RELACIONES SEMÁNTICAS
Encontramos diferentes tipos:
·         Valores semánticos: Las palabras se oponen entre sí tanto por su forma como por su significación. Así, colgar se opone formalmente a colocar, porque ambos vocablos constan de fonemas distintos, y los dos se oponen semánticamente porque colgar se relaciona con suspender, tender, ahorcar, etc., mientras que colocar se relaciona con poner, situar, disponer, instalar, acomodar, etc. Estos dos vocablos poseen valores semánticos diversos.
·         Relaciones entre significante y significado:
-          Se define monosemia a la situación de un signo lingüístico dotado de un único significado que se corresponde a un único significante. Ej: electrón, reloj…
-          Entendemos por polisemia la pluralidad de significados en una misma palabra. Ej: (gato [mecánico], gato [animal]).
-          Por homonimia la igualdad entre los significantes de dos o más signos lingüísticos de distinto significado.Ej: baca/vaca.
-          Y por sinonimia a la coincidencia en el significado de varios significantes. Ej:hematíes y glóbulos rojos.

Existen signos que tienen significados opuestos. En estos casos nos encontramos con el fenómeno de la antonimia. Dentro de la antonimia pueden distinguirse:
-          Complementariedad: La negación de un término implica la afirmación del otro.Ej: muerto/vivo.
-          Antonimia “propiamente dicha”: Entre los términos de la oposición existen grados. (caliente/frío).
-           Reciprocidad: Un término implica al otro. (comprar/vender):



Los significados de algunos otros signos guardan entre sí una relación jerárquica:
-          Hiperónimo: Término genérico, incluyente (/flor/).
-          Hipónimos: Términos específicos, incluidos (/clavel/, /jazmín/, /rosa/, tulipán/, etc).
-          Cohipónimos: Los hipónimos entre sí son cohipónimos.

7.       AGRUPACIONES LEXICOSEMANTICAS
A pesar de la dificultad que en un principio supuso estructurar el nivel léxico-semántico, debido a su carácter abierto e ilimitado, tras diversos intentos, se han logrado resultados satisfactorios, principalmente en lo relativo a los campos asociativo, semántico y morfosemántico.
Las unidades léxicas no se encuentran aisladas, sino que están circundadas por una red de asociaciones de diversa índole que las conectan con otras. El campo asociativo de un término dado se halla constituido por el conjunto de vocablos que se relacionan con él, cualquiera que sea el tipo de conexión que se establezca.
En este sentido, cualquier hablante español relaciona con toro, por ejemplo, bravo, embestir, manso, mugir, novillo, pacer, ternera o vaca, y considera que con esta palabra no guardan relación, en cambio, otras como carburador, discreto, mesa o  silla.
En la sistematización de las posibles relaciones de una palabra con el léxico general de la lengua se parte de la estructura tripolar de esta como signo lingüístico. Así, pues, tomando como modelo la palabra calor, tendremos los siguientes grupos de asociaciones:
a) Por el significante. Calor se relaciona con las palabras que tienen una forma fónica semejante, como color, dolor, favor, pavor o valor. Aunque estas asociaciones, cuyo caso extremo es la homonimia, no son muy relevantes en el funcionamiento de las lenguas, sirven de base a ciertas agudezas expresivas que se detectan en la paronomasia, el retruécano o el calambur.
b) Por el significante y el significado. Este grupo se encuentra integrado por aquellas palabras que presentan alguna semejanza fónica y significativa con la que se toma como centro del campo, como calentura, calientapiés, caliente, calorcillo, caloría o calorífero. Las asociaciones de este tipo tienen una gran importancia en el léxico de cualquier lengua, sobre todo en la creación de nuevos términos.
c) Por el significado. El grupo está formado por un haz de asociaciones, cada una de las cuales corresponde a cada uno de los significados o acepciones de la palabra clave. Se destacan, sobre todo, las relaciones de semejanza de significado, cuyo tipo más característico es la sinonimia, debilitada siempre por el contexto. Así, en «Defiende sus ideas con mucho calor» podemos considerar como sinónimos de calor a ardor, energía, entusiasmo, fervor, etc.; pero ninguno de estos términos podría sustituir a calor en los contextos «Hoy hace mucho calor», «El calor le hacía sudar» o «El excesivo calor ha secado los pastizales».
d) Por el significado y el referente. El grado mínimo de semejanza está constituido por las palabras que poseen un significado opuesto (antonimia, en sus diversas manifestaciones), pero se refieren a un mismo aspecto de nuestra visión del mundo. Palabras como fresco, frío, templado o tibio tienen en común con calor aludir a ‘temperatura’, referente que es analizado de diferente manera según cada lengua.
e) Por el referente. Son las asociaciones que nos vienen dadas por la realidad del mundo que nos rodea y que se reflejan en el lenguaje, como hemos señalado al hablar de la connotación. La palabra calor está asociada con playa, siesta, sol, vacaciones o verano.
f) Por el referente y el significante. Este es, tal vez, el tipo de asociación menos frecuente y el de menor rendimiento lingüístico. En nuestro caso, podríamos señalar alguna palabra como sudor.
8.       CAMPO SEMÁNTICO
En 1931, el lingüista alemán J. Trier define el campo semántico como un conjunto de elementos delimitados mutuamente sin sobreponerse, «como las piezas de un mosaico». En 1934, escribe este autor: «El valor de una palabra solo puede determinarse definiéndolo en relación con el valor de las palabras vecinas con las que contrasta. Solo tiene sentido como parte del todo; pues hay significado solo en el campo».
En principio, y atendiendo a su sentido más amplio, podemos decir que el campo semántico de una palabra está constituido por todas las que se relacionan con ella en el plano del significado.
La estrecha conexión existente entre la constitución de un campo (plano del paradigma) y su funcionamiento (plano del sintagma) hace que se pueda afirmar que un campo semántico está formado por un conjunto de palabras de la misma categoría que pueden aparecer en un punto determinado de la cadena hablada. Si decimos «Tardaré tres minutos», en el lugar donde hemos elegido minutos podrían figurar palabras como años, días, horas, meses, segundos o semanas, que integran con minutos el campo semántico de las ‘unidades de tiempo’.
9.       CAMPO MORFOSEMÁNTICO
Los morfemas, en la medida en que tienen significado, también presentan fenómenos semejantes a los estudiados en los apartados anteriores. Por ejemplo, el sufijo -azo posee una polisemia que puede formularse de esta manera:
                a) ‘aumentativo’: perrazo;
                b) ‘afectivo’: padrazo;
                c) ‘despectivo’: aceitazo;
                d) ‘golpe dado con’: estacazo;
                e) ‘ruido producido por’: cañonazo
Existe un campo integrado por los morfemas que se emplean para formar sustantivos con el sema común ‘lugar en donde’, significado básico al que se añaden ciertos rasgos sémicos que lo concretan. Sin pretender ser exhaustivos, tendríamos ‘lugar en donde’:
a) ‘se realiza una acción’: -(ad, ed, id)uría (pagaduría, expendeduría, freiduría), -(ad)ero (fregadero), -(ed)or (comedor), -(at)orio: sanatorio;
                b) ‘se colocan o guardan cosas’: -ario (campanario), -ero: monedero;
                c) ‘se tiran o arrojan cosas’: -ero: cenicero;
                d) ‘se venden objetos o productos’: -ería: librería;          
                e) ‘colectivo’: -al (trigal), -ar (olivar), -edo: robledo.  
Estos campos morfosemánticos proporcionan una extraordinaria economía al idioma y, por ello, facilitan el aprendizaje de las lenguas. Conocido el modelo de derivación, es fácil comprender el valor significativo de numerosas palabras que, de otro modo, tendríamos que aprender una a una. Así, sobre la base de estacazo, que contiene el morfema -azo, se explican garrotazo, lanzazo, martillazo, navajazo, cabezazo, codazo, manotazo o rodillazo.
10.   CAMBIO SEMÁNTICO
El cambio semántico consiste en la modificación del significado de una palabra, tanto cuando afecta al significado en cuanto tal, como cuando atañe a las relaciones entre el significado y el significante o entre el significado y el referente.
Las causas son:
-          Lingüísticas. La modificación del significado se debe a las relaciones existentes entre los vocablos que forman el sistema. En el paradigma, la pérdida o introducción de un vocablo en un campo semántico dado provoca un reajuste total del mismo. Por ejemplo, la introducción de bolígrafo alteró el campo de ‘elementos para escribir’, ya que, si antes pluma y lápiz se oponían porque el primero contenía los semas ‘con tinta’ y ‘difícilmente borrable’, ahora tenemos que descomponer el primer sema en dos, ‘con tinta líquida’ y ‘con tinta fluida’.

-          Históricas. Las causas históricas afectan indirectamente al sistema de la lengua al deberse a los cambios que experimentan las técnicas, las instituciones o las costumbres. El desarrollo de la física moderna, por ejemplo, ha producido un cambio fundamental en el significado de átomo desde que se consiguió su descomposición; originariamente, significaba ‘partícula indivisible’, y se ha conservado el significante, aunque ha cambiado el significado.

-          Sociales. La diversidad de los grupos que forman parte de cualquier comunidad lingüística origina frecuentes cambios semánticos y léxicos, ya sea restringiendo el significado de las palabras o ampliándolo, según pasen del uso general al de un grupo reducido o viceversa.
La especialización del significado de las palabras se produce cuando se añaden nuevas precisiones significativas que reducen el campo de referencia y los contextos en los que puedan aparecer, como ocurre, por ejemplo, con labor entre los campesinos, alfareros, mineros, tabaqueros o mujeres.
La generalización del significado de las palabras se da cuando se atenúan ciertos rasgos semánticos que acaban perdiéndose y se crean otros que hacen que se amplíe su área de referencia. Al pasar, por ejemplo, los términos azorar o amilanar, creados por los cazadores de cetrería, a la lengua general, han perdido los rasgos ‘las aves’ y ‘por la presencia del azor o del milano’ y han adquirido los de ‘conturbarse’ y ‘por alguna causa’.

-          Psicológicas. Los cambios de significado pueden deberse asimismo al estado de ánimo del hablante o a algún rasgo permanente de índole mental. La repugnancia que se siente por ciertos animales (buitre, reptil, sapo) explica la aplicación de su nombre a las personas al definirlas con intención censurante. Determinadas cualidades que se atribuyen a otros han permitido el cambio semántico de palabras como ardilla, asno, burro, cordero, hormiga, león o lince, aplicadas también a las personas. La ironía colectiva emplea abundantes términos para la ‘embriaguez’, entre los que se encuentran merluza, mona, tablón y tajada. 

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